martes, 14 de febrero de 2017

CAPITULO 4



 Atisbé con curiosidad a Víctor, se aproximó con indiferencia hacia su novia. Lara. Asió los cabellos de la muchacha para oprimir sus labios contra los de su novia. Aparté la mirada, no soportaba verlo con aquella chica, no porque ella no fuera buena persona sino porque Víctor no se la merecía; si eres idiota te mereces a una persona más idiota de lo que eres tu. Sin embargo, Lara no quería dejarlo.


                El resto de los presentes observó la escena con el mismo interés que puse yo.  La mayoría de las personas que se encontraba en el piso eran chicas, todas vestidas con ropa muy sobresaltada y llamativa, con sus pies vestidos por los tacones altos de colores intensos como el rojo. En cambio, aparecieron dos chicas, una de ellas vestía una sudadera negra con el icono inigualable de Batman; sus piernas estaban cubiertas por unos vaqueros desgastados largos mostrando el poco aprecio que sentía hacia la ropa y vestir de forma seductora como el resto de las presentes. El cabello de la muchacha se mostraba corto, prácticamente lo más largo que podía tenerlo era hasta las orejas; ondulado que se asemejaba al corte largo de un chico.
                Rodé los ojos y me fijé en Héctor, el otro chico que nos acompañaba. Se había acercado a Patricia, plantando sus pupilas en los senos sobresalientes de aquella barbie maquillada. Ambos charlaban y se reían de la situación de antes, pobre chica, ni siquiera conocía su nombre. ¿Había salido ya del baño? Comencé a buscarla entre los invitados, pero no la hallé por ningún lado.
                Me dirigí al baño y allí estaba, hundiendo su rostro en las rodillas húmedas y desnudas. Se escuchaba sus sollozos y el dolor que se desprendía de ellos. Los sentí incrustándose en mi pecho como si aquella tristeza también me perteneciese.
-Eh… ¿estás bien, chica?-Pregunté aproximándome a su posición. Me senté sobre la tapa del váter, inclinando el rostro para poder ver su cara.
-No…-contestó sin separar su cabeza de las rótulas-… casi… me… ahogo…-Intentó pronunciar.
                Alzó la mirada hacia mí, me encontré con sus ojos verdes intensos, brillantes y almendrados como los de una criatura preciosa. Sus cabellos castaños caían hacia los hombros, empapados y rizándose por el contacto con el agua.
-Toma-comenté a la vez que me desprendía de mi chaqueta, la coloqué sobre sus hombros con el fin de poder secar el agua y sus lágrimas-, te vendrá bien ponerte algo encima.
                La chica deslizó sus dedos por los ojos, intentando enjuagar sus lágrimas con las yemas humedecidas y arrugadas, disipadas con las gotas de agua de su cuerpo mojado. Tenía los párpados hinchados y rojizos como si las llamaradas de un fuego hubieran derretido su mirada intensa. Era una niña, una chica que parecía hundirse en su propia y horrorosa tristeza solitaria; era la imagen de la soledad y la desesperación, de la tristeza y el miedo, una niña indefensa.
-¿Cómo te llamas?-Le pregunté inclinándome hacia ella.
-Mara…-observó mis ojos con su mirada verde como la del amante de Lorca- ¿y tu…?
-Roberto, me extraña que no sepas quién soy-Me reí.
                Mara esbozó una sonrisa tierna, formando y dibujando una aniñada arruga en su mejilla derecha. Era bastante bonita, como la niña frágil que era mi hermana pequeña, el dulce ángel que representaba la felicidad de mi madre y de mi padre, incluso mi felicidad. Llorosa y de cristal como las muñecas de porcelana.
-Si… era por educación-Contestó.
-Que extraño, una persona educada-nos quedamos en silencio, mirándonos como los dos extraños que éramos-¿vamos a buscar a tus amigas, Mara?-Le ofrecí ambas manos.
-Vale-Contestó asiendo mis dedos con los suyos a la vez que la ayudaba a salir de la bañera.
                Sin aviso rodeó mi brazo con los suyos, temblorosa y empapando mi costado y parte de mi chaqueta. Me quedé extrañado por aquel contacto, apenas nos conocíamos; era cierto que acudía con ella a algunas clases pero, ¿habíamos hablado alguna vez? Ni siquiera conocía su nombre, nos acabábamos de presentar. No contesté nada ni realicé algún movimiento para separarla de mí. Caminé junto a Mara, escrutando con las pupilas la figura de Víctor; continuaba introduciendo su lengua vífida entre los labios de su novia Lara, absorbiéndola como si se tratase de una pajita. Héctor estaba aproximándose a Patricia, pobre, no tendría posibilidades con esa estúpida rubia artificial. Héctor era realmente feo, quizá el muchacho más horroroso del mundo. Poseía una nariz plana y aplastada contra la boca, los labios carnosos y agrietados como el cristal cuando se resquebraja; además de eso, su cuerpo era extraño, estaba bastante bien de físico sin embargo, no era totalmente proporcional. Bajito y de caderas anchas y espalda estrecha como los callejones y ni de que hablar de su grasiento y enmarañado cabello rubio.
                Patricia no parecía decirle nada interesante, bueno ni a él ni a nadie. Patricia solo estaba en el mundo para follar con nosotros, para dejarnos su cuerpo y sus tetas. Y si, era divertido pero terminaba cansando ya tantas veces.
                Súbitamente, apareció María. Recelosa, miró de reojo a Patricia. Mara le dedicó el ceño fruncido y las cejas desplazándose hacia abajo. En ese momento de tensión decidí desprenderme de Mara y aproximarme a Víctor para decirle algo. Aunque ¿qué le podría decir? Si le decía algo sería capaz de golpearme la cara y creo que soy el único de los tres que no ha sufrido daños (a lo largo de su vida) en el rostro. Atisbé a Mara y María, dirigiéndose hacia el pasillo donde se encontraba la habitación de María. A partir de ahí, di pasos hacia Víctor. Me estaba estudiando con una expresión semejante al desagrado, casi se confundía con un asco intenso.
-¿Tío, que coño hacías con esa cosa?-Preguntó sin dejar de aferrar el trasero de Lara.
-Víctor… te has pasado un poco…
-¡Venga ya! ¿Tu te oyes? Pareces un pringao’… anda vámonos a la feria ya.
-No, eres gilipollas.
                Me giré sobre mis talones para marcharme de aquella habitación. En cambio, Héctor se colocó delante de mí, mostrándome sus dientes amarillentos y con peste a marihuana.
-Venga Rober, vamos que debe de haber unas pivitas to’ buenorras en las atracciones; además seguro que las tetas les revotan al…
-Vale tío-lo paré antes de que se pusiera cachondo-, no quiero irme con vosotros ni de coña estoy harto…
-¿Harto de qué?-intervino Víctor-¿de parecer un pardillo por no salir con nosotros? Anda ya. Rober, te vienes y punto.
                No me atreví a contestar nada más. Sin embargo, mis puños querían golpear su precioso rostro. Su novia lo observaba con preocupación, la verdad es que Lara no hacía nada por detener los actos de su novio. Cuando la conocía ella era la rebelión, la que siempre daba las órdenes y se mostraba fuerte como una amazona; pero, llegó Víctor.
-Bueno… voy a por mi chaqueta…
                La mayoría de la gente hizo caso a lo que dijo Víctor, ir a la feria. Yo caminé hacia donde se encontraría Mara. Comencé a escuchar su conversación con María, parecía tan disgustada por lo que había sucedido. Yo no comprendía porqué Víctor causaba tanto terror a todo el mundo, seguro que era un cagón en el fondo pero ¿quién podría enfrentarse a él? Ni los adultos eran capaces, era tan imbécil. Y yo siendo su amigo, pero bueno, desde que éramos niños. Siempre nos peleábamos por chorradas y acabábamos golpeándonos las pelotas con las puntas de las deportivas.
                Me asomé y vi que Mara se había cambiado de ropa, llevaba un chandal de María de color veis y sudadera morada. Ambas se encontraban sentadas en el colchón de la cama, respirando Mara con dificultad entre sollozos.
-Yo, Mara… lo siento… no volverá a ocurrir, de verdad… -Se disculpó María.
-Pero…-se le quebraba la garganta-yo… ¿qué he… hecho? Quiero irme a… mi… casa…
-¿Y Ana qué? Llevamos mucho tiempo sin verla y…
-¡¿Tu te crees que estoy para ferias y fiestas, María? Me siento como una mierda…!
-Va…vale, entonces la llamaré.
                María se levantó de la cama para coger su teléfono móvil. Sus pupilas se encontraron con mi presencia.
-¿Tu no te vas a la feria?-Mara se giró con el rostro hinchado y rojizo.
-Eh… venía a por mi chaqueta.
                Mara la aferró son sus dedos lacrimosos y me la lanzó. La agarré al vuelo y me despedí de ellas dos. Me marché, la habitación volvía a estar vacía, acompañada de los despojos de mierda de la gente que acudió, vasos de plástico, botellas vacías de alcohol y el silencio nocturno acompañado de los sinuosos sollozos de Mara. Tenía que haber hecho algo contra Víctor, estaba empezando a hartarme de él. Aunque, quizá solo estaba así por causa del porro que se fumó antes. No lo sabía. Ya daba igual, Mara había sufrido el baño violento por parte de Víctor.
                Salí a la calle, sintiendo el frescor del último verano en Cuenca de este año. Súbitamente, comenzó a vibrar mi teléfono móvil. Lo saqué del bolsillo y me percaté de la fotografía que aparecía, anunciándome al sujeto que intentaba acceder a mí. Una mujer, preciosa, casi rozando el último periodo de su adulta edad; cubriendo su cráneo con un pañuelo de colores y dibujos infantiles. Poseía una sonrisa dulce, amable y tan cansada como su cuerpo y su alma. Mi madre. Era el ser más maravilloso del planeta y dejaría de serlo.
-Dime…No mamá…Estoy bien-mi madre me preguntó de nuevo-…que si, que no haré nada extraño… mamá déjalo ya anda…
-Mira hijo-me respondió helándome la sangre, a través del móvil-, se que soy pesada pero es por tu bien… yo se que no eres malo y mucho menos tonto pero te juntas con gente muy estúpida y no creo que sea bueno para ti. Antes leías más, y escribías poesía ¿por qué no me escribes alguna?



1 comentario:

  1. Pues tenías razón. Al final le vamos a tener que coger cariño al tontaina de Roberto....

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