domingo, 19 de febrero de 2017

CAPITULO 5


Me pregunto si seré capaz de narrar en este capítulo  todo lo que sucedió aquella noche acumulando rápidos flashes de momentos difusos, sin que se desvíe de la realidad porque lo que pasó fue de vital importancia y yo estaba ahí… Yo… Yo solo recuerdo las lagunas junto a las que abrí los ojos la mañana siguiente, las cuales se han ido extendiendo como el aceite durante estos largos años que ya he dejado atrás y que no hay cosa que más desee que acaben ya expandiéndose por todo mi cerebro. Creedme si os digo que se trata de algo horrible la sensación de culpabilidad de algo que tú fuiste participe y no poder recordar ni siquiera tu presencia en aquel lugar, hora, minuto y segundo. En fin, comenzaré por dónde lo abandoné e insisto que cada vez el texto se irá llenando de incoherencias. Espero vuestra comprensión.


-          ¡Pero Mamá que ella no pinta nada esta noche!
-          ¿No es una fiesta con todos los de tu curso? Daniela es de tu curso así que ya estás siendo un poquito más amable, no creo que te haya educado así de mal.
-          Creo que no entiendes ni una sola palabra de lo que te estoy diciendo. Ya no se trata que me avergüence salir con ella toda la miserable noche y que me relacionen con ella por si es lo que estás pensando. Esta chica no quiere saber nada de nosotras, hasta pienso que le repugnamos. ¿No has visto cómo ha reaccionado cuando la he tocado? ¡Ni qué fuera a contagiarle la lepra por Dios!
Madre e hija discutían al otro lado de la puerta del dormitorio. Era inevitable escuchar cada una de las cosas que se reprochaban ya que aunque intentaran hablar susurrando, lo hacían gritando con voz ronca. Daniela continuaba en el salón leyendo un libro que le había llamado la atención de una estantería frente la mesa, mientras todos tomábamos helado de vainilla. Sin decir nada se levantó y se sentó en el sofá con el mismo confort con el que una se sentiría en su propia casa. Nadie dijo nada, todos lo dejamos pasar porque captamos que quería estar y  a la vez no allí, que la tratásemos como a un mero gato callejero. Todo esto me estaba resultando muy extraño. Pasase por donde pasase desprendía un aurea digna de un misterio milenario y una fragilidad fortificada sobre unos cimientos de puro hormigón inamovible, a prueba de los mayores fenómenos naturales.
-          He dicho que esta noche no te despegarás de ella en ningún momento, ¡y sanseacabó! Se trata una chica que necesita un impulsito para conseguir socializar y si nadie se pone su granito de arena, acabará deprimida preguntándose la pobre qué ha hecho mal. Por favor no me hagas quedar mal…
-          O sea que esto no lo haces porque tienes alma caritativa, ¿con quién tienes que quedar bien? ¿Ante Laura? ¿Qué tiene que ver ella con todo esto? - Fue ascendiendo la voz conforme iba hablando, hasta acabar con un gritito ahogado.
-          Hija, ni siquiera deberías replantearte algo así, tan solo dale una oportunidad…
-          Mira vale, no tengo tiempo para continuar esta discusión que no llega a ninguna parte, nos cambiamos y nos vamos con Daniela.- Tajó abriendo la puerta con violencia y pegó un portazo.
Ana levantó los brazos, puso los ojos en blanco y resopló vencida. 
-          Tranquila. Es solo una noche.- Intenté tranquilizarla incorporándome del colchón.
-          Es nuestra primera noche después de tanto juntas. Se suponía que iba a ser más especial.
-          Y lo va a ser.- Repuse.
-          Venga, vale, démonos prisa, a mi amiga Mara se la han liado y necesita asistencia sentimental inmediata.-
Abrió su enorme armario de madera de material parecido a la madera de roble con apariencia bien pulida y suave, y como si tratase de una policía de tráfico, con la mano hizo señas para que me acercara.
-          Tú eliges.- Se ofreció expandiendo sus brazos.
A decir verdad, su guardarropa no brillaba por su gran variedad de contenido, había repetidos  pantalones vaqueros rotos, camisetas negras, alguna que otra de colores más vivos pero eran con motivos de series, pelis o libros. En definitiva, nada para salir de fiesta. No supe cómo reaccionar. Apurada, me giré a ella despacio y amagando una sonrisa amable le pedí ayuda encogiéndome de brazos. Ella captó mi mensaje y negó con la cabeza como diciendo: “Me decepcionas”
Pronto recordé la guarida secreta donde llevábamos todas nuestras investigaciones, a la cual se accedía atravesando el armario. Ana se metió corriendo, dándole igual si con su violento impulso derramaba las perchas. La seguí por detrás, retirando de mi camino la ropa, a diferencia de ella, con la delicadeza con la que Blancanieves trataba la espesura de los bosques. Ana me esperó en el fondo, señaló a la diminuta abertura del armario dibujada en la pared.
-          Tú primera.- Me pidió.
Me agaché y reviví la claustrofobia que siempre me propinaba aquel acceso y esa vez con más fuerza pues había crecido. Más que estar de rodillas, en cierto punto tuve que tumbarme para poder sentir algo de aire correr por encima de mi cuerpo. Eso relajó un poco mis músculos ayudándome a avanzar con más agilidad. Llegué al final y aun no sintiéndome aliviada por la infinita oscuridad que invadía la sala, encendí la luz bajando una enmohecida cuerda que pendía del techo. Todo había cambiado allí. El viejo diván rojo donde desparramábamos nuestros papeles llenos de planes revolucionarios habían sido sustituidos por una mesa llena de papeles que seguro no tenían nada que ver con algo que se saliera de la monotonía y cada rincón de la sala rectangular ya no reposaban cajas y cajas llenas de muñecos o muñecas;  rebosaban pilas desorganizadas de cacharros viejos con los  que siempre se guarda la esperanza de que algún día, uno de ellos te será útil. Aunque la única utilidad que fui capaz de darle fu la de llevar ahí a alguien que te cae mal y empujarlo a la selva de oxido.
Ana traspasó sin ningún esfuerzo la puerta y se incorporó de un salto. Me agarró la mano y me llevó apresurada hasta un armario que había pasado desapercibido de mi oteo general. ¡Já! ¿Un armario dentro de un armario? ¡Viva la originalidad!
-          Las apariencias engañan a veces. No te quedes solo con la primera idea sin primero intentar conocerla mejor. Profundiza.- Abrió el armario, más grande aun que el armario principal.- ¡Taraaaaaaaaaaa!         
-          Uau, uau, uau, uau, uau… ¿Tía, todo esto es tuyo? Ni que fueras influencer.-Bromeé.
-          El caso es que sí. Algo así. No gano mucho dinero con los vídeos que subo, pero las marcas me envían cositas para probarme y darles publicidad.
-          No te creo. Te estás cachondeando de mí.
-          Qué sí. O sea con el sí es que no estoy tomándote el pelo.- Se justificó rápida.
Me quedé anonadada. ¿Cómo no me había enterado antes?
-          JOJOJO.- Reí lujuriosa ante esa sorpresa y tanta belleza frente a mí.- Tienes que decirme cómo se llama tu canal, las direcciones de tus redes sociales y si ya te muestras muy generosa… ¿Podría hacerme una foto contigo? Y dejarme
Se río de una forma tan natural que me agradó y devolvió la esperanza de que consiguiésemos volver a ser hermanas perdidas. Contemplé la deslumbrante y planchada ropa que colgaba, no obstante no alcanzaba concentrarme en la decisión de ropa, porque me acababa de dar cuenta que desde el minuto cero no paraba de comparar el pasado y el presente, algo que mi madre siempre me desaconsejaba ya que podría dar resultados destructivos y no quería que eso sucediera, que cada cosa que hiciera junto a Ana recurriera a los recuerdos de algo sentido, quedaría en la pasada complacencia y no avanzaría en continuar o progresar en nuestra historia.
-          ¿Clara? Date prisa que no llegamos.- Me apresuró sin darme cuenta de que se  había separado de mi, a mis espaldas.
Ana brincaba mientras se quitaba los pantalones y las deportivas, quedándose en ropa interior. Cuando se fue a quitar la camiseta, me giré avergonzada. Pensar que a mis espaldas ella estaba desnuda, deslizando sobre su piel el suave vestido de seda azul marino… Me deshice de esos pensamientos, maldiciendo mi poca capacidad de concentración y disimulo, cogí un vestido parecido al de ella de lentejuelas grises y un tanto más corto. Ahora me tocaba a mí desvestirme y agradecí más que nunca haber nacido mujer. Cuan más rápido lo hiciera y con los ojos cerrados, menos duraría aquel vergonzoso momento, como cuando tomaba medicinas de niña. El inconveniente es que vestirse a ciegas es imposible.
-          Si quieres me doy la vuelta.- Seis de las siete cosas que me decía eran propuestas, seguía abrumada con su amabilidad.
-          ¡No, no, no, no, no! ¿Qué más da? ¿verdad?- Tragué fuerte saliva y recogí todo el coraje que revoloteaba por mi corazón.
Si vamos a ser amigas, esto debe ser algo natural.
Me bajo los shorts, levantando primero un pie y luego otro. Su mirada apuntaba sin templar a mis largas piernas morenas, con un notable aire a deseo y a la vez indiferencia que me descolocó. Luego agarré el top y lo subí poco a poco, pues no quería perderme ningún cambio de reacción en su rostro. Necesitaba hallar una pista para saber cómo irá dirigida nuestra relación. O siendo sincera, dejando atrás el cinismo, ansiaba toparme con una pista de chispa de deseo mutuo. Cuando el ribete llega a la altura de mi vista ralenticé aun más mis movimientos antes perderme entre la prenda veraniega. Resurjo de una oscuridad para encontrarme unos labios frescos sobre los míos y manos subiendo y bajando por mis muslos y espalda, ascendiendo a la velocidad necesaria para llegar con rapidez a un destino deseado, sin prisa. Me dejé llevar, intercambiando los papeles a la Ana de hacía unas horas. Conteniendo mis impulsos por viajar por su piel pero… ¿Cómo aguantó tal suplicio? Negué el no aprovechar el momento, estaba renegando a mis extremidades cumplir su sueño, me dejé sucumbir y la aferré aprisonandola por los omoplatos con la derecha y por los glúteos con la izquierda, empaquetando al vacio dos universos que explotaban cuando se separaban unos milímetros.
La puerta de la habitación de Ana se abrió sin que nadie dijese nada. Nos separamos bruscamente, anhelando más con un gemido unánime. Si se tratara de Tara, ya lo hubiera avisado con su voz penetrante e infantil y un vez dentro hubiera seguido anunciando su presencia. Ana arrastró una televisión de culo prominente a la puerta pequeña atascándola.
-          ¿Quién es?- Preguntó gritando con una mezcla amable e insegura, temblándole.
Aguardamos a una respuesta un instante del que solo recibimos el sonido sordo del silencio y yo vistiéndome y colocándome unas manoletinas a presión.
-          Seguro que es Daniela.- Susurré lo más bajo que pude. Ella asintió, corroborando mi teoría.
-          ¡¿Eres tú Daniela?!- Insistió.
La puerta baja a la guarida sonó, con dos toques seguros. Ana saltó pegando un chillido asustadizo, me contagió pero me ayudó ese impulso involuntario a encajar mi pie en la odiosa manoletina. Movió de nuevo la tele y abrió la puerta. De inmediato surgió Daniela, observándonos curiosa. La saludé y pregunté si estaba lista. Esta asintió, palpándose en ella un extremado nerviosismo por su forma de entrelazar sus esqueléticos brazos con tanta fuerza que daba cosa mirarla, parecía que se iban a partir con la misma facilidad que dos ramitas.
-          ¡Pues vámonos chicas! ¡La noche es joven como nosotras!- Exclamó Ana con un fingido entusiasmo.
*
Nada más salir del edificio de Ana, una fuerte oleada de calor nos obligó a quejarnos molestas por su comportamiento poco misericordioso, rezándole al invierno su pronta llegada, la cual en el fondo comprendo se haga de rogar pues es una estación resentida y también aliada del verano por hartarse de que en su aparición nos quejemos de su forma de ser cuando fuimos todos y todas quién la aclamábamos deseosos por la bajada de temperaturas. Descendimos la calle por una estrecha calzada por la cual había casi que pegarse a las paredes cuando pasaban los coches por si los rozábamos.  Giramos hacia la derecha, teniendo frente a nosotras visible la calle peatonal más transcurrida de toda la ciudad, Carretería. Me dijo mi madre que había muchos cambios como tiendas nuevas en esa calle y me mataba la curiosidad por verlos, en general visitar Cuenca entera, sin embargo, justo antes de llegar, torcimos a la derecha, atravesando la calle contrapuesta, una más sucia y con edificios mal iluminados, llamada Calle Colón. Ana aseguró que por ahí se llegaba más rápido. No rechisté aunque en mi interior dudaba sus afirmaciones, se tardaría un minuto más como mucho. Aun así, entiendo que se meta tanta prisa, esa amiga suya estaba en problemas. El camino hacia Cuatro Caminos resultó ligero, como cualquiera en esta pequeña localidad,  y cargado por un tenso silencio. Daniela no seguía nuestro ritmo. Serena se distraía cien metros detrás nuestra con cualquier cartel o escaparate, dando igual si anunciaban una feria en Talavera de la Reina de salchichas alemanas, le resultaba razón suficiente para detenerse y leer todos los detalles. Supuse que actuaba de esa forma tan extraña para hallar excusa de no estar cerca de nosotras. Llegamos a una acera de Cuatro Caminos, esperamos a que el semáforo se pusiera en verde  y cruzamos para detenernos a esperar a sus amigas en el portal del centro comercial. Pasaron diez minutos y nos extrañó su tardanza. Ana llamó a Mara preocupada y de pronto, de las puertas electrónicas, apareció dos figuras femeninas. Una de ellas, la más baja y guapa, se retorcía de la risa tratando de recitar lo paradójico de la situación ya que ellas nos esperaban dentro y nosotras fuera, y la otra en cambio, la más corpulenta y rellenita,  supuse que esa era Mara, la princesa que ha de ser salvada ya que tenía los hombros caídos. Ana y María se dieron un largo y profundo abrazo, repitiéndose sin cansarse que se habían echado mucho de menos estas vacaciones. Daniela y yo aguardábamos a un lado tímidas. No sabía si presentarme o si Ana lo haría, así que permanecí a un lado con la cabeza gacha.
-          Esta es Clara, chicas. Clara, estas son Mara y María.-
-          Ana me ha hablado mucho de ti.- Dijo María siendo la primera en darme dos besos.
-     Entonces seguro que me ha puesto verde.- Bromeé un tanto nerviosa para conseguir partir una relación con ella, me pareció maja.
Ella asintió achinando los ojos. Me acerqué a Mara, asumiendo que no me quedara con la primera impresión pues como me había parecido oír, la habían ridiculizado en una fiesta y se sentiría si no irritable, desganada.
-          Encantada.- Le digo cuando la aplasto contra mi cuerpo. Se me da muy mal controlar mis fuerzas.
De forma sorprendente ella me correspondió, presionando y al separarnos me acarició el brazo. Hicimos un corro todas y decidieron qué hacer a continuación.
-          Se ha trasladado la fiesta de clase a casa de Víctor. Podríamos ir, tiene que estar muy guay.- Dijo María quedándose muy tranquila.
Mara, incrédula, le dedicó una mirada cargada de odio y resentimiento, mensaje fácil de que creo que no captó porque cuando Ana irrumpió proponiendo que fueran a la feria y luego a algún pub, María siguió insistiendo en su plan, asegurando que iba a ser un desfase y que el pedo que se iban a pegar ahí iba a ser inolvidable.
-          ¿Eres cortita o algo?- Se le escapó a Ana. Cuando se dio cuenta de su atrevimiento continuo sin recelos, ya que había comenzado, acabaría por lo alto-  Si apreciaras un poquito a Mara, ni se te pasaría por la cabeza mencionar la maldita fiesta y menos, después insistir. Además es que me parece increíble este interés repentino por irte de fiesta con todos esos bípedos, cuando llevamos desde que pisamos el Instituto por primera vez criticándolos. Es más, apuesto mi ojo derecho a que ayudaste a Mara cuando todos se fueron por miedo a su rechazo también. ¿Crees que tu vida social puede cambiar si te pones a lamerles el culo ahora? JÁ.
Mara rompió a llorar, Ana acudió a ella repitiendole que todo iría bien, que lo iban a pasar bien, María se dedicó a cotillear a otros grupos que también tenían como punto de quedada Cuatro Caminos, Daniela tatareaba una canción mientras se bizcaban sus ojos concentrados en un punto incierto y yo deseé que la tierra me tragara.
-          Porque hayan cuatro capullos en esa clase no debemos remilgarnos y dejar ir de fiesta, en definitiva vivir la vida. Conseguirían lo que quieren. Somos cinco, supongo que si se meten con alguna de nosotras nos defenderemos, ¿no?- Me impulso a decir eso por la incomodidad. Temí que Ana se lo tomara como con María y recé todo lo que supe.
-          Ti-ti-tienes razón.- Contestó Mara entre hipidos.- Es má-ás, se se se me ha ocurrido un plan de venganza.-
Ana se relamió los labios y gritó orgullosa propinándole repetidas palmaditas en la espalda:
-          ¡Esa es mi chica!
-          Acercaos.
*
El jardín de Víctor estaba infestado de vasos medio vacíos con ese culete agrio de alcohol que siempre sobraba. En la puerta del chalet, dos centinelas tonteaban charlando, la chica con un tono infantil y el chico comportándose con esa superioridad fingida que tomaría un caballero de la Edad Media. La música sonaba atronadora de dentro de la casa, que parecía votar al son del movido tempo. Nos buscamos a través del espejo retrovisor y asentimos sellando el acuerdo. Abrimos las puertas del coche, atravesamos el jardín y entramos yo en cabeza, portando un aire digno, como si fuera a comerme el mundo. Analicé la casa, formada por dos pisos. El primero tenía en el centro una cocina con una barra metálica rodeándola, un somier, una tele de plasma y dos baños en cada extremo de la sala. Para acceder a la segunda planta, había que subir por unas escaleras de caracol, las cuales el transito se veía dificultado otra vez por los vasos. Oteé a todas las personas cercanas y  no tardé en localizar a Víctor, arrimándose a un amigo suyo, que si no creía recordar mal por las fotos que me habían mostrado antes en el móvil de Mara, se llamaba Héctor, el cual le siguió el royo chocando su pubis con el de él mientras bajaban lentamente al suelo.
Nos dispersamos, menos Daniela que se quedó sentada sobre un radiador, cada una hacia a su cometido.
Yo me dirigí hacia Víctor, que le gritaba al oído a su compañero de perreo lo putísimo amo que era. Lo agarré por un tirante con arrecio mostrándole un carácter diáfano de posesividad.
-          ¡¿Perdona eres Víctor?! - Él asintió divertido tomándome por el trasero y comienzando a bailar un vals conmigo. Permití que lo hiciera pese a mis ganas de pegarle una patada en las pelotas. Situó mi boca sobre su oído.- Voy a ser la nueva de vuestra clase y la verdad es que detesto esta sensación de novata…-¿Me ayudas a…- Le metí una mano bajo los pantalones- quitarme esa sensación?
En cuanto nota mi mano acariciar esos pelos de bello púbico nacientes de después de una reciente depilación, se endereza y asustado miró a todos lados, comprobando que su novia Lara no estuviera cerca.
-          Sígueme.- Me guiña el ojo.
Víctor se metió tras la barra, sacó una botella de vino y me llevó de la mano hasta su habitación en la planta superior. Giró el picaporte de su habitación, reprimí un carcajada victoriosa al pensar en cómo mis amigas, al otro lado, se preparaban para acecharlo y atarlo a la cama, donde ya se nos ocurriría qué hacer con él. Sin embargo, nadie estaba allí. El pánico invadió mi cuerpo, nublando mi vista y haciéndome temblar. Caí rendida al suelo, producto de una incomprensible flojera que no me permitía mover ningún músculo. Mis llantos y súplicas se quedaron atascados en la garganta, obstruyendo el paso del aire.
Me ahogaba.
Perdí la vista, todo era oscuro.
Cargó conmigo hasta soltarme sobre una cama sin ningún cuidado, pues revoté en el borde y mi cabeza se chocó contra el pico de una mesita.
Un agudo pitido penetró mis sienes como una taladradora.
Vomité.
Sus manos desgarraron el vestido, creí percibir una risa.
Volví a caer sobre la cama.
Aferrándose a mis senos, me penetró, cabalgándome con violencia.
Recé a Dios desde el inframundo.
El demonio interceptó mi replica e inyectó su ácido sobre mi oreja:

-          “No tengas miedo, María; Dios te ha concedido su favor —le dijo el ángel—. Quedarás encinta y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.  Él será un gran hombre, y lo llamarán Hijo del Altísimo. Dios el Señor le dará el trono de su padre David, y reinará sobre el pueblo de Jacob para siempre. Su reinado no tendrá fin.

1 comentario:

  1. Venga!!!! Hasta luego!!! Mucho bípedo leo ahí....que final de mierda es ese!!!!....espero que Moni, nos descubra que no ha pasado, que ha sido un mal sueño, que esa venganza no ha terminado así....

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