lunes, 17 de abril de 2017

CAPÍTULO 7

Los pasillos estaban empapados de un ruido chirriante que pertenecía a las voces gritonas de los niños de apenas metro y medio de altura que habían alcanzado primero de la ESO, cuerpos con las hormonas saltarinas dentro de sus vasos sanguíneos caminaban con sus deportivas y sus zapatos de marca sobre aquel suelo de mármol grisáceo y escarchado por el tiempo y el polvo del verano. El gentío exagerado de sudaderas y vaqueros ajustados y la fascinación por la hipocresía transitaba por todas las aulas antes de que el grito del timbre pudiera asolar sus tímpanos. 



    Poco a poco la gente se introducía en sus respectivas clases tras aquel primer aviso ruidoso y escandaloso el cual inundó de silencio toda la zona. Segundos más tarde, las suelas de unos zapatos rompían la nada mostrando el cuerpo corredor de un joven de apenas dieciocho años. Poseía un cabello oscuro y que caía sobre su frente, aunque en ese mismo momento perteneciera al aire que traspasaba su masa corporal; su altura era normal, de hombros anchos y escasa esbeltez aumentada por su encorvada espalda. La mochila se zarandeaba con la carrera del joven, Rodrigo. Su rostro era alargado y básicamente ocupado por algún que otro grano de acné que no resultaba atractivo. Por otro lado Rodrigo no era horroroso, si que se había enamorado de los video juegos y de los libros, cosa que le impedía salir de casa y apenas tenía amigos. Tenía la nariz redondeada con los pómulos altos y marcados en su carne, sus ojos grandes poseían el color de la hierba amazónica y de la aurora boreal.
    Aferró el pomo de la puerta con decisión y se introdujo en su clase de bachillerato antes de que la profesora de Literatura pudiera hacerlo. Observó de un lado a otro dónde podría sentarse. Existían varias opciones dentro de ellas estaba la posibilidad de sentarse junto a Mara, ella se percató de ello y sintió desfortuna; no quería que se sentase al lado suyo como hacía constantemente el año posterior, era un muchacho demasiado extraño aunque bastante sociable y agradable, pero ¿qué pensaría de ella? Ya tuvo suficiente con las emociones de la fiesta de ayer. El resto de la clase esperaba que Rodrigo no fuera hacia ellos, como pensaba Héctor. “En el fondo me da pena que se quede solo”


-Anda, siéntate aquí-Soltó secamente Héctor.


    Rodrigo se estremeció ante tal voz masculina de uno de los amigos de Víctor. Sonrió de forma agradable, mostrando sus braquets de hierro adosados a los dientes rectangulares amarillentos. Héctor se levantó para permitirle paso a Rodrigo, mostrando en su rostro un atisbo de enervación.
    Mara esperaba que María se sentase a su lado, sin embargo, para su sorpresa eso no sucedió. Su pequeña amiga iba cerca de Patricia, ese desperdicio de adolescente que ocultaba su rostro de acné con el pote amarillento y polvoso del maquillaje. Mara miró detenidamente a María esperando que ella la mirase y le diera una explicación razonable. Pero, María se calló escuchando la conversación que le proporcionaba Patricia. Detrás caminaban otras tres chicas con la misma apariencia, agitando sus huesudos y planos traseros. Mara se quedó sola en su sitio, cabizbaja.


Dos horas más tarde sonó el timbre anunciando que el recreo había comenzado. Todos salieron, llenando nuevamente los pasillos con sus voces graves y agudas, las pisadas deportivas y de salón... Mara caminaba sola, esperando poder encontrarse con Ana. Esta salía del laboratorio de química el cual se situaba sobre la planta donde Mara circulaba mostrando la expresión de la tristeza.
Súbitamente, alguien abordó de forma brusca a Mara, se sobresaltó de un susto y se volteó para observar al individuo.


-Eh, Mara-comentó Rodrigo aproximándose escandalósamente a ella-, ¿qué tal... todo?


-Bueno... quizá bien... -Contestó sin mirarlo.


-He pensado... que... bueno si quieres... esta tarde podríamos quedar y eso...


-¿Cómo? ¿Tu y yo? Eh... no se puede que mis padres me necesiten para algo ya sabes... la familia-Sonrió Mara de forma forzosa.


-Si, claro... si, bueno no pasa nada ya-Mara comenzó a acelerar su paso para evitar a Rodrigo y sus intentos de liarse con ella-...otro día...


-Si, eso... otro día...


    Héctor salió del aula mostrando su perfecta chupa de cuero que disimulaba su feo rostro para las mujeres y todo ser que se sintiera atraído por un hombre. Si, era feo, no mucho pero... jamás había ligado por su belleza extrema como hacía Víctor. Caminaba entre la multitud zarandeándose  y mostrando toda la masculinidad que “decía tener”. No se centraba en nada más que caminar hacia delante para salir a fumar con Víctor, Roberto y los demás chulapas del instituto. Bruscamente, su hombro impactó contra el omóplato de otro muchacho; se giró para ver si se encontraba en buen estado. Era Pablo, el que admitió su homosexualidad con dificultad pero no dudaba en mostrarlo.
    Pablo si era algo más guapo que Héctor, un poco más y tenía más encanto que él. Su cabello era corto y negro como el carbón, colocado hacia arriba con cierto estilo. Su rostro alargado estaba cubierto de pecas, con la nariz recta y pequeña terminada en triángulo; sus labios eran de un grosor simple, perfectamente alineados, su cuello ancho. Sus ojos eran lo más significativo de él, negros puros y brillantes los cuales se quedaron fijos en Héctor. Su figura de hombre era atlética semejante a una escultura griega con hombros anchos, aunque muchos de sus ex-novios decían que solo había un elemento más grande que lo diferenciaba de las estatuas griegas o los cuerpos hercúleos de Miguel Ángel.
    Este se giró ignorando a Pablo. Se decía a sí mismo que Pablo era simplemente agradable y nada más, solo eso y nada más que pudiera sacarlo de sus casillas de macho alfa. Sin embargo, eso no evitó que Pablo, más pequeño que Héctor, sonriese ante aquel encuentro.
    Roberto se estaba terminando su último cigarro antes de volver a la grandísima clase de matemáticas con el señor Eloy, un gran señor vestido con traje de chaqueta y su queridísima bata blanca con todas las fórmulas posibles de matemáticas. Cerró los ojos mientras esparcía el humo por el aire. Llegó Héctor y Víctor no hizo otra cosa que golpear su espalda con su amplia mano echándolo hacia delante.


-Buah, ayer me follé a mi novia contra la pared...


-Tío, Víctor que explícito eres-Masculló Hector mostrando su expresión de asco.


-¿Qué pasa? ¿Y esa cara de asco?


-Normal que la ponga tío-esbozó Roberto-, no nos gustaría imaginarte en pelotas...


-Seguro que es por eso, ¿o por qué mi novia está buena que te cagas? Es mía que os quede claro.


    Roberto no dijo nada ni pensó nada. Tiró el cigarro al suelo y lo aplastó con su zapatilla deportiva. Durante la primera hora estuvo pensando en Mara y cómo se encontraría después de lo de hace dos semana; realmente Víctor había sido muy cruel, demasiado y nadie hizo nada por detenerlo, no porqué no se escucharan los gritos acuosos de Mara sino porque no había nadie capaz de enfrentarse a Víctor.
    Cuando Roberto llegó a casa después de la fiesta lo primero que hizo fue ver si su madre estaba dormida y si su padre había cenado antes de marcharse al hospital. Estaba dormida sobre la mesa de su escritorio, su cuerpo permanecía cubriendo unos papeles procedentes de su médico que el muchacho no era capaz de ver y que tampoco deseaba ver. Jaló una manta y tapó a su hermosa madre para que no tuviera frío, le apenaba verla así en semejante estado, no quería observarla con manchas rosadas y los ojos cansados y arrugados por las frecuentes visitas al hospital. Acarició el pañuelo que cubría la cabeza de su madre y besó su frente. Su madre despertó y aferró la mano de su hijo.


-Hola, cariño, ya has vuelto. Me tenías muy preocupada...


-Estoy bien, mamá-Soltó su mano de los dedos de su madre.


    Ella suspiró y volvió a sonreír con cansancio.


-Te he comprado un libro, está dentro de mi bolso...


    Roberto hizo caso a su madre e introdujo sus dedos para ver si conseguía el regalo de su madre. Lo observó con detenimiento y leyó el título con el poco agradecimiento posible, ese libro no era una buena forma de recuperar esa relación madre e hijo, no quería ese libro. No quería ser el niño que perdía a su madre, no no quería serlo. Lo lanzó al suelo, con el calor de la ira circulando por sus venas. Estaba completamente cabreado con su madre, ¿cómo podía hacer eso? ¿Se creía que así solucionaría todo esto?


-¿Por qué me compras eso? ¡¿Por qué me lo compras? ¿Sabes de qué trata no? ¿Es una indirecta?!


-Roberto cálmate, por favor... yo...


-¡Ni Roberto ni sus muertos! ¡¿Te crees que puedes hacer lo que quieras? ¿Te crees que puedes regalarme un libro que representa exactamente lo que me está sucediendo?! ¡Y si es una indirecta...-se le quebró la voz con la mirada nublada, la respiración entrecortada y la sangre hirviendo-... si lo es, dime a la cara lo que va a pasar!


-Cielo-acopló sus manos a la forma de rostro de Roberto intentando levantarse-, ¿vas a llorar?


-No te puedes morir, mamá, eres muy fuerte y capaz de sobrevivir... por lo menos hazlo por mí...


-Por ti, mi niño, por ti haría lo que hiciera falta-Besó la mejilla de su niño.


    Esa imagen se le repetía una y otra vez, intentaba borrarla de su mente para de nuevo tenerla en casa. Tampoco es que Roberto estuviera mucho tiempo en su hogar pequeño, ni tampoco le dedicaba tiempo a los estudios, digamos que prefería fumar y beber con sus amigas mientras se liaba con cualquier chica de la calle.
    Sonó el timbre.
    Todos ellos se metieron, menos Víctor que se marchó a su casa para no entrar a clase. Roberto se preguntaba, al igual que Héctor, qué pensaría Víctor cuando no estaba hablando de sí mismo. ¿Víctor pensaba? Les daría exactamente igual. Se mezclaron con la muchedumbre y se aproximaban a sus respectivas aulas, gracias a Dios les tocaba lo mismo y podrían sentarse juntos. Sin embargo, Héctor clavó sus ojos en el cuerpo de Patricia y se dirigió hacia ella; lo dejó solo por completo “genial” pensó. Nunca supo porqué seguía teniendo a aquellos individuos como amigos y menos aún a Victor, quizá por costumbre y simpatía o porque si se alejaba de ellos nadie querría juntarse con él.
    Repentinamente, divisó a Mara, iba con Ana. Le parecía Mara tan guapa, no era la clase de chica que pisaba este instituto, ella no seguía la norma y tampoco los estereotipos de la actualidad, era diferente a las demás y eso cautivó a Roberto y lo llenó de una extraña sensación cálida en el centro del abdomen, que le hizo sonreír. Ella se fijó que él se aproximaba y esbozó una sonrisa tan triste como su expresión.


-¿Estás bien, Mara?-Preguntó Roberto.


    Las amigas de Mara lo miraron extrañadas.


-¿Qué quieres de ella Roberto?-Se colocó Ana delante de Mara.


-Hablar con Mara... no se la veía triste y...


-¿Con cuántas usas la misma excusa?


-¿Qué excusa? Pero si está triste, querré saber cómo está...


-¿Desde cuándo te importa eso?-Soltó secamente Mara.


    Roberto se quedó inquietado por aquel comentario de Mara.


-Desde que te ayudé ayer con lo de Víctor-Respondió él.


-No me ayudaste con Víctor, simplemente me sacaste de la bañera y me llevaste a la habitación de María. Pero eso no nos convierte en amigos.


    Roberto se moldeó la barbilla con la mano derecha intentando no decir nada desagradable, en cambio se sentía tan insultado por parte de Mara. Aunque es cierto, no la ayudó con Víctor pero aún así acabó con la humillación de la chica.


-Que borde eres-Soltó secamente y se marchó hacia la clase ignorando a las tres chicas.


    Se metieron a sus respectivas clases a la vez que una chica que se sentía demasiado fuera de lugar, Daniela, no sabía qué hacer ni a que clase acudir para empezar con su idea. No estaba tampoco muy segura de si aquello sería buena idea, quizá para salir de su timidez era buena opción pero le daba miedo siquiera hacerlo. Decidió que las personas más interesadas en esto serían las personas de letras, así que se dirigió a la clase de los de Letras. Mostró su idea del club de lectura sin embargo, nadie aceptaba la idea de formar parte de esa cosa estando en pleno segundo de bachillerato; no le quedaban más opciones que acudir a las otras clases de bachillerato a preguntar. Se metió en la clase de Ana, la reconoció al instante. El profesor del aula se quedó arqueando una de sus pobladas cejas, sin saber qué hacía aquella muchacha en su clase.


-¿Puedo ayudarte?-Preguntó el profesor de Biología.


-Eh...-se le quebró la voz al ver como los ojos de la gente se había incrustado en su persona-... pues... que... estoy montando un club de lectura y me preguntaba si alguien quería apuntarse...


-Oh, qué idea más brillante-Comentó en tono irónico uno de los presentes.


-Pues a mí me gusta la idea-anunció Mara dirigiéndose al otro sujeto, uno de los amigos de Víctor-, ¿dónde tendría que apuntarme?-Preguntó ella rodando sus ojos hacia Daniela.


-Esta tarde tendrías que hablar con Olivia, de la biblioteca y ella os apuntará...


    La gente comenzó a alzar sus manos con más preguntas para Daniela. Por primera vez en su vida sintió que la gente le hacía caso, que no la ignoraban como todos los anteriores. Bastante gente, gracias a su acto de propio valentía, se apuntó y ella sería capaz de mostrarse tal y como era a más gente, incluso podría llegar a ser popular y tener más amigos de los que ya tenía, hablar de su vida y poder desahogarse con sus problemas como deseaban todos los adolescentes. Ella quería eso, ser ALGUIEN como las chicas rubias y guapas que siempre transitaban por el pasillo luciendo sus nuevos trajes y siendo perseguidas por los hombres. Daniela quería eso y lo conseguiría.

4 comentarios:

  1. Buena reconducción de esa historia que se os estaba yendo de las manos!!!! jejeje, pero no estoy nada de acuerdo con la frase:
    "ser ALGUIEN como las chicas rubias y guapas que siempre transitaban por el pasillo luciendo sus nuevos trajes y siendo perseguidas por los hombres".... eso no es ser alguien, es bastante superficial eso que estás valorando como una gran cualidad... si lo piensas, con un poco de suerte, algún día, todos seremos viejos, feos y arrugados. :))

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  2. El personaje es el que opina que eso es ser alguien, en mi opinion ser "alguien" significa ser tu mismo.

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    1. Ok. Pues se lo dices a Daniela de mi parte, tu que tienes más trato con ella ;)

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    2. Ok. Pues se lo dices a Daniela de mi parte, tu que tienes más trato con ella ;)

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