sábado, 6 de mayo de 2017

Relato Corto: Pas si simple

Querida hija:
No sé si con tus nueve años vas a entender bien todo lo que te digo en estas cartas. De todas maneras, al escribirlas pienso en ti no como la niña que eres, sino como una mujer madura que dentro de mucho tiempo lee estas palabras de un padre a su hija.
En la penúltima te prometí que desvelaría el por qué de este impulso repentino a escribirte estas cartas llenas de pensamientos que me construyeron como la persona que siempre llegué a aspirar desde que apareciste en mi vida.


Para empezar permíteme contextualizarte para que puedas comprender las cosas con mayor profundidad, sin tabús, como no hago ahora cada vez que preguntas por tus “tatos”, respondiéndote con ridículas evasivas que dudo que creyeras alguna. Tus abuelos y yo dejamos de vernos hace más de veinte años y en ese tiempo cambié mucho. Todos aquellos placeres que me proporcionaba vivir bajo su techo dejaron de serlo cuando me mudé con tu padre. Allí esas excursiones fuera de la cruda realidad se convertían en el recordatorio de cómo conseguí sobrevivir hasta llegar la edad de independencia. Supongo que ya te imaginarás por qué mis padres me rechazaban, no aceptaban o no les cabía en la cabeza que estuviera enamorado de una persona de mi mismo sexo.
Quiero que  cuando leas esto no sientas rabia u odies a mis padres porque ni yo lo hice. Desde aquel día en el que lo descubrieron, si sufría fue por ellos, no por lo que era. No  paraba de imaginar cómo ese odio en forma de tal mortal veneno había sido inyectado en pequeñas dosis sobre sus venas durante todas sus vidas, haciendo que su cuerpo se acostumbrara a tal inhumanidad e “intolerancia” hacia el prójimo durante sus momentos de formación por culpa de tiempos y familias tradicionales que no les permitieron abrir su corazón. Siente lástima por ellos y encarecidamente te pido que luches para que ese futuro en el que leas estas cartas, el amor no sea algo que suponga dolor.
Ahora, volviendo a la pregunta inicial, te contestaré moviéndote otra vez en el tiempo. Te prometo que es poco, (al menos para la tú niña), hace una semana justo. Papi murió y yo me quedé contigo a lado de la camilla observando como aquel, mi suspiro enamorado, me quitaba el aliento, alimentando ese anhelo que un día llegué a sentir por el deseo de vivir con aquel caluroso bien estar que te mereces tras tanto tiempo de trabajo y esfuerzo.
En mi cabeza tanteé cosas horribles con respecto a qué hacer con mi vida y… Te pido disculpas y te agradezco que existas, porque en el instante que sentí tu cuerpo intentando rejuntar todas mis piezas rotas con aquel abrazo… De verdad que aclaraste mi cielo ahogado con las redes de tu valentía, al ser capaz de cuidar de mi en ese justo instante en el que yo un adulto, suponiéndome más resistente en tales desafortunados, era el más débil.
Así pues, volvimos a casa, tú te metiste en tu habitación prometiéndome que irías a dormir temprano, que estabas bien, solo un poco triste y que yo hiciera lo mismo, mañana sería un nuevo día. Asentí en estado de shock, abandonándote injustamente con el monstruo feroz de debajo de la cama, gritándote la palabra muerte.
La locura se apoderó de mí y busqué cada foto u objeto que me recordara a él y lo destrocé. Exceptuando mis diarios que escondidos en una caja en el fondo de mi armario reposaban olvidados. Los saqué y leí página tras página, transportándome a un dolor ajeno que ya no formaba parte de mí, cosa que me relajó de forma inusitada, cómo si supiese que aquello contenía la solución a todo, solo que lo único que me faltaba era buscar más para hallar la esencia de la clave.
Cuando llegué al último diario, terminando  de  leer lo escrito la última fecha, sentí que el blanco de las hojas me comía y decidí adelantarme y relajar su hambre con estas palabras que te dedico. Porque dejé de describir aquellas deprimentes jornadas por tu padre y ahora me doy cuenta que si he decido que esta es la última carta, es porque he asumido que toda la arquitectura de lo que quiero plasmar es pasar el tiempo junto a ti.


Con todo el cariño del mundo, tu padre.


ESCRITO POR Javier Zamora Chacón

2 comentarios:

  1. ¡¡¡Maravilla!!! Llegará el color a ese escenario gris. El amor (ya sea filial o romántico) siempre lleva color implicito.
    Gracias polluelo

    ResponderEliminar
  2. Javi, eres el grito de cordura entre cerdos gruñendo.

    ResponderEliminar